La pregunta que lo cambia todo
¿Cómo estás REALMENTE?
Tres palabras que pueden cambiar por completo la dinámica de tu equipo de trabajo.
Dime si esto te suena familiar… llegas a la oficina y preguntas a quienes te topas en el camino, “¿Cómo estás?’” Y la respuesta casi unánime es “bien, gracias y tú?. O entras a una junta, y pasa lo mismo. Y así, día tras día, semana tras semana, mes tras mes, vamos por la vida dejándonos creer que “todos están bien”. ¿Y tú? También.
Pero en realidad, Ana tiene migraña, Juan está preocupado porque su mamá está en el hospital hace días, Gina está en duelo por su gato adorado, José está angustiado porque en vez de estar en esa junta en donde no viene al caso, debería atender a un cliente muy enojado, Mario está frustrado porque el jefe de producción “la trae con él” y lo está boicoteando intencionalmente, Sonia está desanimada porque su jefe le gritó por algo que salió de su control, y tú estás preocupado porque últimamente el nivel de compromiso de tu equipo está por debajo de lo normal o deseable.
Y sin embargo, nadie dice nada… todos están bien. Se nos ha enseñado que las emociones y los problemas se quedan en casa. Pero esto es irreal; en su mente, esos temas aparecen varias veces al día, influyen en su estado de ánimo, en su manera de relacionarse y de tomar decisiones.
Pues tengo un reto para ti. ¿Qué tal si durante un mes, en TODAS tus juntas o reuniones uno a uno, te das unos minutos para preguntar a tus colaboradores ¿”Cómo estás realmente?”. Tal vez las primeras veces suene extraña la pregunta y nadie se atreva a decir nada, por lo que es importante que des el ejemplo y comiences a sentar las bases de confianza necesarias para que poco a poco la gente se vaya abriendo a dar respuestas menos superficiales que el típico “bien, gracias”. Comienza por explicarles que el objetivo es que realmente pongan sobre la mesa aquellos pensamientos y emociones que les afectan, para hacerse cargo de ellas, en lo personal, o como equipo.
Esta dinámica es ridículamente sencilla pero espectacularmente poderosa, y se llama Check In.
Entonces, comienza por tú compartir cómo te sientes en realidad en ese momento. Como líder, no temas verte vulnerable. Trata de poner nombre a tus emociones… ¿estás enojado o incluso furioso? ¿Triste? ¿Preocupado? ¿Frustrado? ¿Feliz? ¿Emocionado? ¿Orgulloso? Explica el porqué de esta emoción y cómo te está afectando en ese momento y qué puede hacer la otra persona por ti, o cómo piensas hacerte tú cargo de esa emoción y de su causa.
Poco a poco verás magia en el equipo, pero sólo si se convierte en una práctica constante y si todos sienten que pueden abrirse sin temor a represalias, a burlas, a rechazos, o a que la información compartida se torne en su contra.
Bien llevado, el ejercicio trae mayor integración del equipo, si después de compartir algo importante preguntamos a la persona…”¿Cómo podemos ayudarte?” Tal vez necesita un espacio a solas, tal vez incluso un abrazo, o apoyo real para resolver un problema.
El ejercicio nos permite darnos cuenta de que todos somos, ante todo, seres humanos, y que tenemos vidas e historias fuera del trabajo que impactan nuestra manera de ser y de estar. Nos hace más empáticos, más compasivos. En pocas palabras, nos enriquece. Y nos hace, antes que nada, comenzar a vernos más a nosotros mismos, porque tantas veces, ni siquiera estamos en suficiente contacto con nosotros mismos para saber cómo estamos en realidad. En 30 días, me cuentas qué ha cambiado.
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